Ceba JG Da Yenchi —con entusiasmo, sublime, inflamó (?)—.
“Bochornoso como Coppolo”, inmortalizó León
Gieco en una parte de su recordado hit “Ojo con los Orozco”. Y la verdad que la
palabra bochorno cobró particular vivacidad durante la previa del estreno de la
producción fílmica uruguaya “Sangre de Campeones”, mientras que también valió
decir “Ojo con…”. Pero salvados los Orozco, mutó hacia un “Ojo con Atilio Garrido, que te mete a
Tenfield hasta en el altar de una iglesia hablándole a un futuro matrimonio”.
Es que ni las glorias de 1924, 1928 y 1930, épicamente evocadas en la película, como tampoco los espectadores en sala, merecían bajo ningún concepto el paupérrimo espectáculo brindado por el periodista. Un discurso arrogante y desviado. Una burda, innecesaria y desagradable apología del grupo Tenfield, que cada vez que era nombrado despertaba silbidos, gritos y un murmullo generalizado por parte de los espectadores.
Y es que ¿cómo puede reaccionar una uruguaya o uruguayo en un nivel de afinidad media al contexto futbolero local a la impúdica obsecuencia desplegada por el orador? Por supuesto que es valorable que se promuevan y financien las iniciativas que logran difundir y rescatar lo mejor de la riquísima “noche de los tiempos” de la gloria celeste, u otros logros y triunfos que hacen a nuestra mejor tradición y mística. Pero es inaceptable para el promedio del hincha uruguayo bancar la “sacada de chapa” barata, el “autobombo”, la “dorada de píldora”.
Mucha agua pasó bajo los puentes desde aquella lejana tarde de Noviembre de 2001, cuando Richard “Chengue” Morales nos llevó a Corea-Japón 2002 y en el tablero de la Colombes (si, Colombes… testigo privilegiada de los albores de la máquina olímpica oriental) apareció el cuestionadísimo “Gracias Paco”. Tanta agua que pasados los años el pueblo futbolero uruguayo le dio un casi que inaudito crédito a la selección uruguaya, a su cuerpo técnico y sobre todo sus jugadores y por consiguiente en cierta forma a el colectivo mutual que conforman los mismos.
Algo inimaginable quince años atrás cuando todavía estaba fresca la histórica remontada para empatar y casi ganar a Senegal, y pasarían ocho largos años para volver a la máxima justa futbolera a nivel global. Algo que lleva a que el uruguayo promedio respalde plenamente al colectivo “Más unidos que nunca”, y por el contrario despotrique y pregone fervorosamente el transferir el monopólico y prepotente poder y dominio que durante largos años usufructuó Tenfield a otras manos, esperando otra gestión, otra transparencia.
Por eso los enardecidos silbidos, gritos y hasta leves agravios de los cuales fue víctima Atilio Garrido en la sala del Complejo Movie del Montevideo Shopping. Por eso el Director de Deportes, Fernando Cáceres, según indicaron algunos presentes y algunos medios de prensa, se retiró sin ver la película.
Por eso también vale levantar la voz… Vale golpear la mesa… Y proclamar más que nunca:
¡Larga vida al fútbol uruguayo! ¡Independencia! ¡Transparencia! ¡Más Scarones, más Nasazzis! ¡Más sangre de campeones y menos palabrerío barato y desubique! ¡Arriba Uruguay! ¡Más unidos que nunca!
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