6.7.18



A minutos del final y ante la derrota inevitable, Giménez rompe en llanto mientras se forma la barrera


Uruguay se fue de la Copa del Mundo con la frente en alto en cuartos de final, derrotado por una selección de Francia superior. Los Galos salieron al campo del estadio de Nizhny Nóvgorod con una idea clara: defenderse con balón dominado y con efectivos toques cortos de cara al ataque. A puro despliegue fueron ganando en el mediocampo con un partido antológico de su volante Kanté.

En un comienzo fue un partido más peleado que jugado. En Francia, el espigado delantero Giroud pivoteaba y luchaba ante Godín y Giménez; Griezmann o se volcaba sobre la punta izquierda o cerca de la media luna del área; y Mbappé jugaba abierto como puntero derecho, donde siempre amenazó con Laxalt como su sombra y limitado en su subida por el carril. En Uruguay, Stuani (sustituto del lesionado Cavani) luchó más de lo que jugó como compañero de ataque de Suárez. Nández fue el mejor de la Celeste durante la primera mitad.

En el mediocampo Kanté fue amo y señor, ganándole la posición a Torreira como eje de su equipo en el círculo central y buscando siempre al próximo Pogba para iniciar ataques verticales o abrir juego para la subida de los laterales. Francia comenzó a buscar por esta zona, aunque el partido se abrió con una jugada de pelota quieta a los 39’. Foul de Bentancur, tiro libre para cobrar como envío al área por Griezmann, amague previo del rubio que desarticuló la marca defensiva uruguaya, centro y el zaguero Varane sacó centímetros claves para desmarcarse de Vecino y peinar el balón contra un palo del arco de Muslera. 1-0.

Se iba la primera mitad y Uruguay tuvo como respuesta una jugada de balón parado en el área. Cabeceó Cáceres y Lloris, con reflejos descomunales y despliegue atlético, voló contra un palo y se mandó una de las mejores atajadas del Mundial. Godín entró exigido al área chica y lo quiso fusilar en el rebote, pero remató lejos.

Pasados los 10’ del complemento, Francia controlaba el trámite. Lo de Kanté ya era para enmarcar, una clase de volante central moderno, por su sacrificio, técnica en la recuperación y seguridad en la entrega de balones, mientras los zagueros Umtiti y Varane bancaban los embistes de un Uruguay de nula creatividad en ataque, con Suárez luchando en solitario y sin ser habilitado con remota claridad. Stuani y Betancur (este último con tarjeta amarilla) fueron sustituidos por Gómez y Rodríguez respectivamente.

Sin fútbol de Uruguay hacia el arco de Lloris y con los Galos controlando, llegó un mazazo al corazón Celeste: Griezmann recibió un balón a varios metros del área, sacó un disparo recto que Muslera quiso rechazar pero se le fue para el trampero tras un claro error técnico. 2-0.





Tras el gol, Francia siguió controlando el partido. Le puso el candado con balón dominado mientras Pogba crecía como figura a metros de Kanté. Los laterales Pavard y Hernández colaboraron más en el mediocampo que en sus puestos en una defensa que no padecía mayores sobresaltos.

En Uruguay, Tabárez mandó a Urretaviscaya como último cambio de puntero derecho; pero el Rayo no gravitó en ninguno de sus encares mano a mano ante Hernández.

Pasados los 85’ la derrota Celeste era una dura realidad. Suárez, Gómez y Rodríguez iban para adelante pero sin ideas y sin pases claros. El equipo sintió la ausencia de Cavani, el mejor jugador uruguayo en la Copa (aunque no fue esta la causa de la derrota). La imagen de Giménez llorando como un niño en la barrera de un tiro libre en los minutos finales fue una de las postales de la impotencia de no poder seguir adelante en el Mundial.

Se perdió ante un equipo superior, que comprendió mejor el trámite y que con un incuestionable triunfo sacó chapa y pico de candidato a ser campeón del mundo. Así se fue una de las ocho mejores del Mundial (junto con Brasil, las únicas dos selecciones sudamericanas en esta instancia), mientras que la otra sigue firme en su camino a la gloria.


30.6.18















Cavani, la figura del partido | Foto: Getty

Uruguay vuelve a estar entre las ocho mejores selecciones de una Copa del Mundo. Otro paso hacia adelante y firme para reconocer del “Proceso” liderado por Óscar Tabárez. Te podrá gustar más o menos “cómo juega”, pero las victorias no solo se justifican con copa y medalla al cuello. En la foto de los ganadores todos quieren estar: las 32 selecciones que llegaron a Rusia, y también Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, los dos mejores jugadores del mundo que han quedado por el camino en octavos de final y que se alejan de la posibilidad de ganar un Mundial en sus carreras.

Cristiano fue anulado por un equipo de Uruguay que leyó el partido casi sin fisuras. Se cayó el acoplado y cierto verso que deambulaba por ahí: Portugal no demostró ser “Cristiano dependiente” durante los 90’. Fue un equipo que mostró pundonor y fue protagonista sin el brillo de su máxima estrella. No le quedaba otra. El último campeón de la Eurocopa marcó presencia y jugó un muy buen partido.

El duelo en Sochi fue una batalla táctica que comenzó con Uruguay saliendo a presionar desde el vamos. Torreira y Nández comenzaron algo adelantados, aunque con el primero muy próximo a Cristiano y el segundo bien abierto por el carril derecho, intentando juntarse con un Suárez que bajaba a buscar el balón mientras Cavani flotaba en el área, buscaba tirar diagonales para recibir pase de gol, o bajaba varios metros atrás a ayudar a sus compañeros para recuperar el balón.

Así se abrió el partido. Temprano, a los 6’ llegó el primer gol, uno de los más bellos en lo que va del Mundial: Cavani encaró desde atrás del mediocampo, por el sector derecho, mandó un pase largo preciso para Suárez, abierto por la punta izquierda; el 9 controló, se perfiló y mandó centro al segundo palo para que Cavani apareciera culminando su pique egregio. Saltó para cabecear pero le dio con la cara. Golazo y pico, 1-0.

Tras el gol comenzó una notable labor defensiva uruguaya, de lo mejor que se ha visto en lo que va del Mundial. Godín, Giménez y Torreira bien juntos ante Guedes que buscaba la segunda pelota y ni que hablar ante Cristiano, quien se volcaba por la punta izquierda. Ahí aparecieron Cáceres, Nández, Laxalt y hasta Cavani para dar una mano en anular a Cristiano.

Pasaron los minutos y ni Silva ni Carvalho hacían pie en el mediocampo portugués. Poca claridad y sin circuito claro de ataque ante el pragmatismo y orden táctico del equipo de Tabárez. Cristiano tuvo apenas un tiro libre que dio en la barrera, aunque cuando encaraba, tirando firuletes, era de temer. Muslera brindaba seguridad bien parado en el área y para descolgar los reiterados centros lusos. Así se fue la primera mitad.

En el complemento Portugal salió con más actitud, luego de una arenga del capitán Cristiano abrazado a sus compañeros en el túnel. La premisa era primero tener el balón, luego tocar en corto, y adelantar todas las líneas, sin descontrol. La paciencia era clave ante un equipo replegado pero atento para pegar de contragolpe. Suárez y Cavani, ante la falta de generación clara de ataque, asumieron otro rol: dar una mano. Principalmente Cavani, la figura del partido y de lo mejor en lo que va de Rusia 2018.

A los 55’ llegó el merecido empate portugués, volcado al ataque. Corner, gran salto del defensa Pepe y a cobrar. 1-1; el primer gol que recibe Uruguay en este Mundial.

Portugal adelantó líneas con varios recursos: pases cortos verticales (Carvalho creció en el juego y fue claro protagonista en estas jugadas) en busca de que el balón le llegara a Cristiano, o jugando por las bandas para enviar centros. Pero Godín, Giménez, Muslera y compañía seguían bancando los embistes en el área, mientras los laterales Cáceres y principalmente Laxalt intentaban evitar los centros al área.

Siete minutos después del empate llegó el zarpazo Celeste. Pase largo, segunda pelota, Bentancur controló y encaró vertical, se tomó unos segundos que fueron determinantes para habilitar a Cavani que entraba a la carrera próximo al área por la punta izquierda. El Matador definió a distancia y de primera, con parte interna del botín. La Telstar viajó con rosca y Rui Patricio no pudo con su gran estirada. Red. Otro golazo de Cavani. 2-1.

















Fue lo último de Cavani, que minutos después se fue lesionado. Pinchazo en la pantorrilla. Una de las imágenes del partido fue la de Cristiano acompañándolo en su salida, ambos en soledad, sin reproches ni pleitos.

Los últimos 15’ fueron con Uruguay defendiendo ante un Portugal que fue y fue, con orden e ideas. Buscó con el ingreso de Quaresma por la punta derecha, pero ahí no dio tregua Laxalt y el ingresado Cebolla Rodríguez para ayudarlo en la marca y para encarar algún contragolpe que hubo pero que no se concretó.

Con el pitazo final del referí mexicano Ramos, Uruguay volvió a ganar y está entre las ocho mejores selecciones del Mundial. Fue una nueva prueba de fuego de un equipo pragmático y sacrificado que sabe a lo que juega (y lo que se juega) ante una selección aplicada que demostró juego, amor propio y que terminó enalteciendo el triunfo Celeste. El último campeón de Europa se despidió de Rusia jugando su mejor partido como equipo.

El próximo viernes la cita es ante Francia. Otro partido, otra historia, otro mundo. Les Bleus vienen de vencer con autoridad y eliminar por 4-3 a Argentina, con un plantel joven que juega un fútbol intenso, aplicado y vertical, liderados por figuras de élite de gran presente y enorme proyección a futuro como Pogba, Griezmann y Mbappé.


Como dice JG Da Yenchi, colaborador de este blog: Uruguay en la suya.


25.6.18

Acá estamos

 


En Samara, Rusia y Uruguay llegaron al último partido del grupo A para definir primer y segundo puesto de cara a los octavos de final. Ambas selecciones vencieron a las otras dos eliminadas de la serie: Egipto y Arabia Saudita. En el caso de los eslavos, les servía un empate para clasificar como primeros, por la diferencia de goles. A Uruguay solo ganar.

La Celeste venía de dos partidos con triunfos 1-0 (ambos goles de jugada de balón parado) pero con un funcionamiento discreto en mediocampo, laterales y ataque. Ante una Rusia que sorprendió a propios y a extraños en los primeros partidos con resultados contundentes (5-0 a Arabia, 3-1 a Egipto), para Uruguay llegaba el momento de comenzar a demostrar sus aspiraciones en la cita mundialista.

Uruguay jugó su mejor partido no solo en lo que va del Mundial, sino en lo que va del año. Los cambios que realizó Tabárez en el once inicial refrescaron al equipo de cara a lo que viene. Torreira como volante central fue puro despliegue, intenso y atento en la recuperación y en su posición como eje del equipo junto al talentoso Bentancur, quien jugó algo más suelto y adelantado, próximo a los delanteros Suárez y Cavani. Laxalt tuvo un muy buen partido por el carril izquierdo. Coates (sustituto del lesionado Giménez) fue figura junto con Godín en la zaga. Ambos, seguros y prácticos, anularon con alternancia en la marca al 9 eslavo, el gigante Dzyuba, figura de la selección local.

Vecino y Nández estuvieron a la altura. El mediocampo presionaba y había encuentros con los laterales Laxalt y Cáceres en las subidas. A Rusia le dolía cuando Uruguay abría el campo de juego con balón dominado. 

A los 11’ una corrida de Suárez desde la izquierda terminó con pase de gol para Bentancur, quien fue fouleado a centímetros del área, cuando se aprontaba a definir ante Akinfeev. Suárez cobró el tiro libre rasante y contra el palo del golero, que no pudo en la estirada. 1-0 Uruguay.


Primer gol uruguayo: Suárez remata rasante al palo del golero mientras Cavani, anticipándose al festejo, besa apasionadamente (?) a su marcador ruso | Foto: Getty


Tras el gol, la Celeste continuó dominando el trámite. Rusia no funcionaba: no había circuito en un mediocampo (se notó la ausencia del volante creativo Golovin) que jugaba incómodo ante la presión rival, mientras Dzyuba intentaba pivotear mientras peleaba en soledad con las torres celestes en el área.

A los 23’ Laxalt encaró con potencia por el carril zurdo y lo talaron. La falta se resolvió en envío al área, segunda pelota y el rechace le quedó a Laxalt: remate mordido, rebote en Cheryshev y no pudo el descolocado Akinfeev. 2-0 la Celeste.

Era un partido ideal ante un rival que terminó de acusar el golpe cuando a los 35’ quedó con diez jugadores tras la expulsión de Smolnikov.

A los 10’ del complemento, el partido ya parecía liquidado: Rusia jugaba sin ideas contra el arco de Muslera y Uruguay controlaba la renta en el marcador. Tabárez hizo dos cambios en el mediocampo pero pensando en el ataque. Fuera Nández y Bentancur (quien en este partido fue el primer jugador amonestado en Uruguay), adentro Giorgian y Cebolla Rodríguez.

Cebolla le agregó dinámica al mediocampo y tuvo dos remates a distancia que tapó exigido Akinfeev. Suárez y Cavani idearon un contragolpe que terminó con el primero prefiriendo el pase a su coterráneo salteño ante una prematura definición de gol. Una lástima, se liquidaba el pleito.

Con Rusia sin nada que ofrecer, salvo la admirable lucha de Dzyuba en el área, intentando bajar algún balón, jugando de espaldas al arco e incómodo, llegó el gol de Cavani a los 90’: centro al área, Godín fusiló de cabeza, rebote y apareció el Matador para rematar. 3-0 y los hinchas uruguayos presentes en el estadio de Samara que hacía rato cantaban “Volveremo’ a ser campeones como la primera vez”. En cambio, los rostros de los rusos eran de sorpresa y de asimilar una derrota ante un rival superior.

Fue un triunfo total e incuestionable. Táctico en el trabajo para anular al rival y funcional tanto en el equipo como en rendimientos individuales. Uruguay terminó cumpliendo en su grupo: puntaje perfecto, cinco goles marcados y sin goles en contra. Con viento en la camiseta y en claro ascenso en juego, rendimiento, defensa y ataque, el próximo sábado enfrentará al Portugal de Cristiano Ronaldo, segundo clasificado a octavos por el grupo B. Comienza otra Copa del Mundo en Rusia.




 Putin, otro fanático del mate



24.6.18


Ceba JG Da Yenchi


                      
Maradona y Passarella, "los dos capitanes"


De antemano, previo al inicio del Mundial Rusia 2018, eran muchas las dudas sobre las posibilidades y rendimiento de la selección de Argentina, rodeada de polémica y cargando sobre sus espaldas la derrota en tres finales a máximo nivel de competición en los últimos cuatro años.

Disputados ya los dos primeros partidos, las interrogantes se confirmaron y con creces. Un empate frente a la debutante y humilde Islandia después de ir en ventaja 1 a 0, al cual se sumó la estrepitosa caída frente a Croacia con un lapidario 3 a 0 favorable a los europeos, dejaron a los albicelestes al borde de la eliminación. De no vencer en su último partido de primera fase ante la selección de Nigeria, los dirigidos por Sampaoli volverán a Ezeiza en una de las más pobres performances de su historia. Sería la quinta vez esta de Rusia 2018, en que los argentinos se van de una justa mundialista en la primera de cambio.

La primera vez fue en Italia 1934. En un campeonato disputado por sistema de eliminación directa, los argentinos cayeron por 3 a 2 frente a la representación sueca, muy lejos de instancias de definición en lo que hoy serían “Octavos de Final”.

Ausentes en 1938, 1950 y 1954, veinticuatro años después la albiceleste volvía a la máxima justa en Suecia, con renovadas credenciales producto de su resonante triunfo en el Campeonato Sudamericano de 1957 en Lima, Perú, antepasado de las actuales Copas Américas. Derrota en el debut frente a Alemania por 1 a 3 y con la particularidad de usar por única vez casaca amarilla. Victoria en el segundo partido frente a Irlanda del Norte 3 a 1, y el último por la clasificación en partido frente a Checoslovaquia. Catastrófica caída por 1 a 6 y humillante regreso a casa en lo que se llamó “El desastre de Suecia”.



Suecia 1958. Debút argentino frente al flamante campeón Alemania y con la singularidad de esa tarde vestir camiseta amarilla. Los albicelestes volverían en primera fase.

Suecia 1958. Una postal de “el desastre de Suecia”, Argentina cae con Checoslovaquia. El resultado final 6 a 1.

Cuatro años más tarde, en Chile 1962 el rendimiento fue más decoroso pero sin brillo alguno también se vería la temprana eliminación en primera ronda. Pálido debut con triunfo frente a Bulgaria por 1 a 0, derrota frente a Inglaterra 1 a 3 y un cerrado empate 0 a 0 con Hungría permitió a los europeos avanzar a segunda fase por mejor diferencia de gol. Nuevamente triste retorno.

Para 1966, por primera vez desde 1930, Argentina lograría superar la primera fase. Victoria 2 a 1 a España, empate 0 a 0 con Alemania Federal y un triunfo frente a Suiza por 2 a 0 depositó a la albiceleste en Cuartos de Final frente a nada más y nada menos que el local Inglaterra. Con un Wembley rebosante, y el hasta hoy polémico arbitraje del alemán Kreitlen, fue victoria 1 a 0 para los dueños de casa con gol de Hurst. Nuevo fracaso, un paso antes de poder estar entre los cuatro mejores y el seguir siendo “campeones morales”.

1970 en México fue la última ausencia mundialista, eliminados por el gran Perú de Cubillas y Chumpitaz. Para Alemania 1974 y ya con la novedad de jugadores militando en clubes europeos se superó primera fase, dejando atrás a Italia y Haití, para avanzar junto con Polonia a semifinales. Estas se jugaban por sistema de dos grupos de cuatro selecciones cada uno, de los cuales los ganadores avanzaban a la final y los segundos mejor clasificados al partido por el 3er puesto (mecanismo de clasificación puesto en práctica solamente aquél año y cuatro años más tarde cuando el campeonato se jugó en suelo argentino). En tierras bávaras el inicio de esa fase fue con un 0 a 4 a manos de la Holanda de un intratable Johann Cruyff, posterior caída con Brasil por 1 a 2, y ya eliminados un empate 1 a 1 con la desaparecida Alemania del Este.



Alemania 1974. El saludo de los capitanes, Johan Cruyff y “El Mariscal” Roberto Perfumo. Aquella tarde los naranjas pasearon a la albiceleste, 4 a 0.


Las historias de 1978 y 1986 son más que conocidas, con Argentina alzándose con el título en su casa así como en México ocho años más tarde de la mano de Diego Armando Maradona. Entre ambos, España 1982 con caída en cuartos de final frente a Italia y Brasil, 1 a 2 y 1 a 3 respectivamente.

El Mundial de Italia 1990 también vio a la albiceleste en sitial de definición, perdiendo la final frente a Alemania Federal por 0 a 1 gracias al dudoso penal convertido en gol por Andreas Brehme a pocos minutos del final. Ya en Estados Unidos 1994, con todo el escándalo del caso de doping positivo de Maradona, vio a los dirigidos por Alfio “Coco” Basile despedirse de Estados Unidos en Octavos de final luego de perder frente a la Rumania de Hagi 2 a 3 y pronta vuelta a casa sin recuperarse del impacto de perder a su máximo referente.

La actuación en Francia 1998, de la mano de Daniel Passarella como responsable técnico, tampoco tuvo a Argentina entre los cuatro mejores, derrotada por la Holanda de Bergkamp, Kluivert y Davids 1 a 2 en Cuartos de Final. Performance dolorosa pero que no sería nada frente al papelón cuatro años más tarde en tierras asiáticas.

Para Corea-Japón 2002 la Argentina de Marcelo Bielsa llegaba pletórica y triunfal, luego de su clasificación en 1er lugar en la siempre exigente eliminatoria sudamericana. En un grupo complejo el inicio venciendo a Nigeria 1 a 0 fue seguido de una dura derrota frente a la Inglaterra de Beckham 0 a 1, forzando a tener que lograr un triunfo frente a Suecia el último rival de la llave. En la madrugada argentina, el agónico empate de Crespo para lograr el 1 a 1 no alcanzó y la mañana siguiente vio a los diarios anunciar lo impensable: “Argentina eliminada”.

Curiosamente de ahí en más la albiceleste encontró siempre en Alemania su verdugo en las justas mundialistas. En 2006 derrota por penales en Cuartos de Final para alegría de los teutones en su propia casa, con la recordada “lista” en la media de Lehmann y los dirigidos por José Pekerman afuera de las instancias de definición. Para 2010 y de la mano de un poco ortodoxo Diego Maradona esta vez en rol de entrenador, la salida de la Copa fue más accidentada y dolorosa. Un rotundo 0 a 4 en Cuartos y un nuevo fracaso.

Ya para 2014 en Brasil, y la historia más reciente que hace a parte de la gran mochila, Argentina llega nuevamente después de venticuatro años a la final de la mano de Messi y con Alejandro Sabella a cargo de la dirección técnica. En un partido duramente disputado, Alemania no falló en el momento justo y con gol de Mario Goetze selló el 1 a 0 que coronó la cuarta conquista mundial germana.

De ahí a junio de 2018 se le sumaron a la dura caída mundialista, dos derrotas consecutivas en finales de América a manos de Chile, primero en la Copa América disputada en Chile en 2015, y después en Estados Unidos con la “Copa Centenario”.

Por si fuera poco, tras esa derrota Lionel Messi renuncia a la selección, para luego arrepentirse y volver cediendo a la presión popular de los mismos que lo defenestraban y señalaban como máximo culpable de la penosa situación de la otrora gloriosa y multicampeona albiceleste.

En cuanto a la dirección técnica, la tormenta hace naufragar a Gerardo Martino y Edgardo Bauza, derivando en 2017 en la llegada de Jorge Sampaoli como “salvador”. Lejos de lograr un revulsivo, Argentina apenas logra una angustiosa clasificación en la última fecha de eliminatorias, escapando de la eliminación gracias a la obra y gracia de Messi y su inspiración. Es así que la víspera del decisivo encuentro de Argentina frente a Nigeria pone sobre el tapete todo el peso de la historia y la gloria… junto con todo el peso de un presente de total duda, incertidumbre y cuestionamientos. El hecho es que de no obtener el triunfo, además del rotundo fracaso, la albiceleste igualaría sus cinco definiciones en finales con también cinco eliminaciones en primera fase.

Un golpe que sería durísimo para el ego de una de las potencias del fútbol mundial, y que sumaría pesados ladrillos a la ya casi inmanejable mochila que llevan sobre sus hombros Messi, Sampaoli y toda una generación cuestionada como pocas. El martes 26 de junio de 2018 una nueva página será escrita. De ser victoria albiceleste, alimentaría una renovada y quizá superficial ilusión de avanzar, pero de no lograrse sería sin lugar a dudas una de las más oscuras en la historia del fútbol argentino.
 


20.6.18

                              Clink caja: gol de Suárez y Uruguay a octavos / Foto: Reuters


En su segundo partido por el grupo A, en Rostov, Uruguay enfrentó a Arabia Saudita. La Celeste venía de un triunfo agónico 1-0 ante Egipto mientras los saudíes de comerse un 0-5 ante Rusia, la gran sorpresa del grupo.

En la víspera a este segundo partido Celeste, Rusia venció con autoridad 3-1 a Egipto, resultado que dejó a los locales en octavos de final mientras a los africanos con pie y medio fuera, solo a la espera de un milagro: derrota de Uruguay ante los árabes y esperar golear a estos últimos en la última fecha del grupo, y además que la Celeste no pudiera con Rusia. Mucha calculadora...

Por su parte, Uruguay salió a enfrentar a Arabia con dos cambios de acuerdo al triunfo ante Egipto. Rodríguez y Sánchez de arranque, el primero volanteando por izquierda y el otro por el carril derecho y dueño de los balones quietos. Estos dos veteranos del “Proceso” habían entrado en buena forma por Nández y De Arrascaeta en el segundo tiempo del triunfo ante Egipto, por lo que Oscar Tabárez decidió darles titularidad.

Pero ante Arabia no funcionó ninguno de los dos cambios, como la gran mayoría de las individualidades de la Celeste. Un equipo que comenzó a disputar el partido con cierta apatía, sin creación de juego, de circuitos y con varios jugadores en discreto nivel. Vecino, Bentancur, Rodríguez, Sánchez, Varela, Cáceres, poco finos en las entregas del balón como en sus posicionamientos ofensivos.

El partido pasaba los 20’ y era pobre, sin situaciones de gol en los arcos. Arabia debía ir por el triunfo mientras Uruguay fallaba en el control del balón y prácticamente lo entregaba al rival con malos pases o resoluciones apresuradas. Pero los dirigidos por el argentino Juan Antonio Pizzi apenas si inquietaron con peligro el arco de Muslera. Sin ideas con el balón en control, salvo algún amague en abrir el campo o verticalizar el juego con toque rasante, los árabes poco y nada.

A los 22’ cayó una sorpresa que determinaría el trámite. Corner para Uruguay, una horripilante y rocambolesca salida del golero Al Owais, quien más que salir como un golero profesional (seguro, con los puños a romper por si acaso dudaba de controlar el centro) terminó en la foto del gol como papando moscas, desarticulado en el aire, sin haber sido desestabilizado por algún jugador, con un manotazo lejos de todo, del balón y del sueño de su país en el Mundial, ya que el balón siguió viaje y Suárez anticipó para definir sin problemas a la red. 1-0 la Celeste.

El gol bajó la cortina. Uruguay jamás dejó de jugar sin atender al resultado, por ende la clasificación a octavos de final. Siguió mostrando problemas como equipo en la creación de juego ofensivo hasta el final de la primera mitad.

En el complemento, Tabárez acertó con los tres cambios, aunque algo demorados en el tiempo. Adentro Torreira, Laxalt y Nández; fuera Vecino, Sánchez y Rodríguez. De los tres volantes que ingresaron, el que mejor lo hizo fue Torreira, rápido en la presión en el mediocampo y en auxiliar a Bentancur, que fue de menos a más en el juego por la proximidad de Torreira. Laxalt, abierto por el carril izquierdo, buscó sin fortuna encontrarse con Cavani y Suárez.

Fue un partido chato pero con el objetivo cumplido para Uruguay: clasificar a octavos de final. Dos goles (ambos de jugada de balón parado), seis puntos y a pensar en Rusia para decidir el líder del grupo A. Como dijimos en nuestra crónica del partido ante Egipto, hay que seguir trabajando y lo más importante: encontrar el equipo en el mediocampo, donde hay poca sorpresa en la creación de juego para dos delanteros de élite como Suárez y Cavani. Ante esta endeble Arabia (de las peores selecciones del Mundial) ingresó bien Torreira, quien puede comenzar a tener más minutos.

Pero el próximo partido será otra historia: el lunes espera Rusia, un equipo diferente y superior a Egipto y a Arabia, que goleó a ambos, y que recurre a mucho juego físico, verticalidad e individualidades claves en el mediocampo y en el ataque. Será una prueba más, y de mucho más rigor, para ver de qué está hecha esta Celeste en esta Copa del Mundo.


Epílogo

Así vio el partido (o más bien estos dos primeros partidos de Uruguay en el grupo A) Martín, parte de la Santísima (?) Trinidad de FdM. Fue como comentario, pero por su claridad "analítica JRística (?)", calza perfecto como epílogo a la crónica:


Primeramente me alegra oír una autocrítica de Tabárez, sumado a que hoy vió bién y rápido los cambios que hacían falta, cosa que no suele suceder con el Troesma. Es facilmente analizable el problema de la celeste: en defensa no se decide a presionar pero tampoco espera de forma compacta, deja enormes espacios entre las líneas y marca muy de lejos en el mano a mano, lo que permite que los rivales reciban solos entre dichas líneas con tiempo y espacio para jugar. 

Con Arabia no fue tan grave por lo limitado de sus jugadores pero es suicida dejarle ese espacio para jugar a otros jugadores de mejor nivel. En ataque no utiliza las bandas, no termina nunca de abrir la cancha, los laterales no se desdoblan con profundidad. No termina de cambiar de ritmo nunca. 

Por otra parte, ninguno de los delanteros baja a ocupar los espacios entre líneas que deja el rival, para recibir sin marca o abrir espacios para el otro delantero en caso de que algún central lo siga. Sumado a la estaticidad de todo el equipo resulta en esos pases intrascendentes para los costados y para atrás que se repiten eternamente. 

Habría que juntar las líneas hacia adelante para presionar con mas intensidad, aunque teniendo en cuenta que Josema y Godin no se sienten tan cómodos marcando en mitad de cancha, mas probable sería juntarlas hacia atras, con mas compromiso del resto del equipo para marcar pegados y no dejar recibir con comodidad, aprovechando luego el campo libre contrario para salir rápidamente con los dos delanteros que son letales con espacios. Probablemente esa sea la estrategia de aquí en adelante contra rivales de mayor calibre. De ser así Uruguay sigue teniendo chances de llegar lejos pese al flojo rendimiento en estas primeras fechas.


15.6.18

El gol agónico de Josema para el poster / Foto: Reuters 


Terminó la espera. Luego de cuatro años de aquella salida agridulce de Brasil, con justa derrota ante Colombia en octavos de final por parte de un equipo decaído tras el “Suárez biting affaire”, esperaba el ultra moderno estadio de Ekaterimburgo en Rusia. Tercer mundial de competencia consecutiva para los Orientales y para el “Proceso” liderado por Oscar Tabárez.

En la víspera, en la apertura del grupo A, la selección local sorprendió y trepó a la cima con una goleada contundente 5-0 ante la murga Arabia Saudita, dirigida por el argentino Juan Antonio Pizzi. 

Los nervios comenzaron a jugar en contra para los dirigidos por Tabárez cumplidos los primeros 20’. El mediocampo no rendía y el equipo lo sentía. Los delanteros Suárez y Cavani no estaban cómodos. El balón no llegaba claro. La segunda pelota brillaba por su ausencia. Muy flojos Giorgian, Vecino y Nández.   

Egipto por su parte jugó el partido que mejor le servía. Se notó orden y táctica. Laburó bien el partido el DT argentino Héctor Cúper. Un equipo que se sentía menos que Uruguay, pero que resolvió bien parado en el fondo e intentando salir en bloque. En busca del viejo y querido zarpazo.   

Pero al faltarle su estrella, el delantero Salah (se recupera de una lesión en su hombro) sentado en el banco de suplentes, a Egipto le faltó lo evidente: presencia de ¾ de campo en adelante. De tener algo, se complicaría aún más para un Uruguay de poca chispa futbolística. 

El capitán Godín se puso el equipo al hombro en la primera mitad. Suárez daba pelea pero no se podía crear espacios. Cavani flotaba bordeando el área, retrasado apenas pero sin gravitar. La merma en el juego de Giorgian (llamado a ser la manija del equipo, el supuesto 10), volcado con pierna cambiada sobre la punta izquierda pero peleado con el balón y limitado por el trabajo en bloque de los defensores y volantes africanos, fue clave para la pobreza en el ataque. 

El pitazo del sobrio referí Kuipers para terminar los primeros 45’ cayó como un raspón para el público uruguayo. El equipo no aparecía y no le encontraba la vuelta a un rival modesto y aplicado.

Salah se acomoda el hombro mientras Egipto sufre su ausencia



En el complemento, la cosa lentamente comenzó a cambiar. Hubo adelantamiento Celeste, más énfasis en el toque en el mediocampo y en el intento de recuperar el balón. Pero seguían sin destacarse piezas claves como Vecino y Bentancur. Suárez seguía revuelto, sin encontrarle la vuelta al encare de cara al gol. No se juntaba con Cavani. Ambos no ganaban espacios para un posible pase que, además, no estaba llegando.

Egipto seguía su juego basado en un método que ya tenía tintes de escuela militar: defensa y salir en bloque. Sin romances ni locuras a la vista. Pero seguía sin tener algo fundamental: ataque. Elsehenawy flojo y controlado por la gran figura de Godín, escoltado por Giménez en la zaga. El golero Muslera jugó más con el pie en la salida calma del equipo que con sus manos, salvo un shot a distancia con peligro pero controlado sin dar rebote.

La cosa no marchaba y Tabárez hizo cambios correctos, entre la cautela y la propuesta. Fuera Giorgian y Naitan Hernández (?), ambos de bajo partido; adentro Sánchez y Cebolla. Dos jóvenes del recambio generacional que no funcionaron en el debut por dos veteranos de mil batallas. Jugada de ajedrez.

En el primer balón que el Pato controló, con su primera trepada por el carril derecho, acertó. Buen arranque para el volante que comenzó a gravitar. Todo balón parado era suyo y los envíos eran correctos.

Iban 30’ y comenzaba a ser el partido del golero egipcio, El-Shenawy, quien primero le tapó un gran mano a mano a Suárez, que lo quiso eludir ante la posibilidad de haber definido antes. Minutos más tarde, atajó con gran plasticidad en la volada un balazo a distancia de Cavani.

En los últimos 10’ Egipto tuvo un par de contragolpes aislados, frutos más de errores Celestes que de méritos propios. Los africanos extrañaban a más no poder a Salah, que lo miraba desde el banco. Pero los africanos no faltaron a la cita. Parecía que Cúper estaba sacando petróleo del field de Ekaterimburgo. Un empate con sabor a goleada.

Pero entrados los últimos 5’, Egipto clavó obreros y pirámides en el área de El-Shenawy. El guion se repetía mientras los uruguayos presionaban hacia el área más que generar ataques claros. Los africanos bancaban un resultado que podría ser histórico y clave para su vida en el grupo A. Salah ahora sufría desde el banco: gesto adusto y todas las ganas de estar con sus compañeros en la batalla.

Uruguay, que había crecido en su posicionamiento en el campo, no le encontraba la vuelta al trámite. Pero los cambios fueron acertados, ya que Cebolla le agregó presencia y polenta al ataque, mientras Sánchez tuvo otro centro en la agonía. Pero se iba la novia…

Minuto 89’. Balón parado desde el sector derecho para la Celeste, toda de blanco como ante Italia en Brasil 2014. Gran envío del Pato y Giménez ganó con gran cabezazo ante camisetas rojas y blancas. Como aquel gol de Godín (que en esta foto quedó apenas detrás de Josema) ante los tanos en Natal, casi un papel de calco. Monseh, estático, la vio pasar y pestañeó cuando el 1-0 era inevitable. Red. Caía la resistencia egipcia, de muy buen partido y mejor trabajo de equipo.

Josema se agarraba la camiseta en la zona del escudo mientras corría en dirección de sus compañeros de equipo, cerca del cuarto árbitro. Montonera, sonrisas y destape. Los hinchas uruguayos deliraban en las tribunas y ante las pantallas fuera del estadio. Un solo grito de gol, agónico, retumbó en Ekaterimburgo. Balón parado y la receta de la casa, esa que ha marcado en tantas ocasiones la rica historia de nuestro fobal.

Costó pero finalmente salió. Hay que corregir, pero nada mejor que hacerlo con un triunfo en debut mundialista. Algo esquivo, ya que desde México 1970 que no ocurría para Uruguay. Esto sigue. Partido a partido. Vamos que vamos.



7.6.18



Ceba JG Da Yenchi con entusiasmo, sublime, inflamó (?).

“Bochornoso como Coppolo”, inmortalizó León Gieco en una parte de su recordado hit “Ojo con los Orozco”. Y la verdad que la palabra bochorno cobró particular vivacidad durante la previa del estreno de la producción fílmica uruguaya “Sangre de Campeones”, mientras que también valió decir “Ojo con…”. Pero salvados los Orozco, mutó hacia un “Ojo con Atilio Garrido, que te mete a Tenfield hasta en el altar de una iglesia hablándole a un futuro matrimonio”. 

Es que ni las glorias de 1924, 1928 y 1930, épicamente evocadas en la película, como tampoco los espectadores en sala, merecían bajo ningún concepto el paupérrimo espectáculo brindado por el periodista. Un discurso arrogante y desviado. Una burda, innecesaria y desagradable apología del grupo Tenfield, que cada vez que era nombrado despertaba silbidos, gritos y un murmullo generalizado por parte de los espectadores.

Y es que ¿cómo puede reaccionar una uruguaya o uruguayo en un nivel de afinidad media al contexto futbolero local a la impúdica obsecuencia desplegada por el orador? Por supuesto que es valorable que se promuevan y financien las iniciativas que logran difundir y rescatar lo mejor de la riquísima “noche de los tiempos” de la gloria celeste, u otros logros y triunfos que hacen a nuestra mejor tradición y mística. Pero es inaceptable para el promedio del hincha uruguayo bancar la “sacada de chapa” barata, el “autobombo”, la “dorada de píldora”. 

Mucha agua pasó bajo los puentes desde aquella lejana tarde de Noviembre de 2001, cuando Richard “Chengue” Morales nos llevó a Corea-Japón 2002 y en el tablero de la Colombes (si, Colombes… testigo privilegiada de los albores de la máquina olímpica oriental) apareció el cuestionadísimo “Gracias Paco”.  Tanta agua que pasados los años el pueblo futbolero uruguayo le dio un casi que inaudito crédito a la selección uruguaya, a su cuerpo técnico y sobre todo sus jugadores y por consiguiente en cierta forma a el colectivo mutual que conforman los mismos. 

Algo inimaginable quince años atrás cuando todavía estaba fresca la histórica remontada para empatar y casi ganar a Senegal, y pasarían ocho largos años para volver a la máxima justa futbolera a nivel global. Algo que lleva a que el uruguayo promedio respalde plenamente al colectivo “Más unidos que nunca”, y por el contrario despotrique y pregone fervorosamente el transferir el monopólico y prepotente poder y dominio que durante largos años usufructuó Tenfield a otras manos, esperando otra gestión, otra transparencia.

Por eso los enardecidos silbidos, gritos y hasta leves agravios de los cuales fue víctima Atilio Garrido en la sala del Complejo Movie del Montevideo Shopping. Por eso el Director de Deportes, Fernando Cáceres, según indicaron algunos presentes y algunos medios de prensa, se retiró sin ver la película. 

Por eso también vale levantar la voz… Vale golpear la mesa… Y proclamar más que nunca:   

¡Larga vida al fútbol uruguayo! ¡Independencia! ¡Transparencia! ¡Más Scarones, más Nasazzis! ¡Más sangre de campeones y menos palabrerío barato y desubique! ¡Arriba Uruguay! ¡Más unidos que nunca!